Nuestra última entrada de este curso es para desearos un feliz verano y recordaros que además de descansar podemos disfrutar de la lectura. Compartimos aquí uno de nuestros cuantos favoritos. ¡A disfrutar!!
Aventura en el río
Casi todos los veranos Andrés iba al pueblo
donde nacieron sus padres. Por el pueblo pasaba un río que no era muy grande
pero permitía, al formarse pequeñas charcas, que Andrés y sus amigos se
pudieran bañar.
En otros lugares, las
aguas del río se precipitaban con rapidez hacia una pequeña cascada y parecía
como si el río cantara.
Andrés solía
escuchar con atención y decía que nunca sonaba igual, que cada día el río
cantaba una canción diferente. Acudía a la orilla cada vez que se sentía un
poco triste o solo y se quedaba absorto contemplando el agua al pasar, eso le
ayudaba a sentirse mejor.
Una tarde, se
acercó como de costumbre y se sentó en una roca con la mirada fija en el agua.
Algo llamó su atención: en el fondo descubrió una cosa que brillaba mucho. Cuando
metió la mano para sacarla se llevó una gran sorpresa. Al abrirla, encontró en
su mano a un hada muy, muy pequeña, con unas alas relucientes y brillantes.
— ¡Hola!, no te
asustes, soy el hada del río, me llamo Cantarina.
—Yo me llamo Andrés
—contestó el.
—Soy la encargada
de hacer que el río cante —dijo el hada.
Andrés se puso muy
contento porque el si había oído el canto del río, a pesar de que algunos de
sus amigos se habían reído de él cuando se lo contó.
Al contemplarla de
cerca le pareció muy pequeña: cabía dentro de su mano. Por eso Andrés mantuvo
la palma extendida con mucho cuidado para que el hada no se cayera. Era
preciosa y su voz también.
— ¿Vienes mucho por
el río? —le preguntó.
—Solamente en
verano porque yo no vivo en este pueblo. Vengo con mis padres en vacaciones.
— ¿Y te lo pasas
bien aquí?
—Sí, estoy muy
contento porque puedo hacer cosas que durante el curso, en la ciudad, no puedo
hacer.
— ¿Qué cosas?
—No tengo que ir al
colegio ni madrugar, me acuesto más tarde, me voy con mis amigos por todo el
pueblo, incluso más allá, y juego a cosas muy divertidas.
—Entonces, ¿eres
feliz porque haces lo que quieres?
—Pues claro.
—Y aquí, en el
pueblo, siempre estás feliz y contento?
—Bueno…, siempre
no.
— ¿Y en la ciudad
donde vives, siempre estas triste?
—Bueno…, siempre
no.
—Así que el estar
contento o estar triste no depende de un lugar —dijo el hada.
—Pues claro.
Andrés comenzó a
pensar que aquella era un hada muy preguntona y decidió hacerle también él unas
preguntas. Quería saber si en el río vivían otras hadas, que hacía cada una y
por qué no las había visto antes.
—
¿Vives
tú sola en el río?
—No, somos muchas
hadas y cada una se encarga de una cosa: yo me encargo de que el río cante,
otra es responsable de que el agua esté siempre limpia para que os podáis bañar
sin problemas, otra se encarga de cuidar a los peces que viven en el río y
procurar que siempre encuentren alimento, otra se encarga de mantener bonitas y
limpias las piedras del fondo…
— ¿Por qué no os he
visto antes? Yo vengo mucho por el río.
—No siempre nos
dejamos ver, pero hoy he decidido que quería hablar contigo para averiguar por
qué estás triste. Cuando miras al agua veo tú cara y me dice que algo no va
bien.
Andrés contó al
hada que no quería volver a la ciudad porque allí se aburría mucho y en
septiembre entraba en un colegio nuevo. Hasta ahora había estado en una escuela
pequeña. Cuando se acordaba de esto, dejaba de jugar y se iba al río a pensar.
— ¿Sabes? Yo
tampoco estoy siempre en este río. A veces me encargan ir a otro río para que
canten sus aguas. Al principio me preocupo de si sabré hacerlo bien, si el río
estará contento conmigo, si estaré a gusto en ese lugar…, pero luego me pongo a
cantar y se me olvida la preocupación. Ya sabes que
estar triste o contento no depende de un lugar. Yo me siento alegre
cuando hago lo que tengo que hacer lo mejor posible: entonces me da igual dónde
me encuentre.
—Pero a mí me
gustaría estar siempre alegre y hacer las cosas que me gustan —dijo Andrés.
—Eso no es posible.
A veces estamos tristes, a veces contentos, a veces enfadados y a veces tenemos
miedo. Los seres humanos y las hadas sentimos muchas emociones distintas y eso
hace que cada día sea especial, como una aventura.
— ¿Y qué puedo
hacer para estar contento en el nuevo colegio? —preguntó Andrés al hada,
demostrándole que esa era una de sus mayores preocupaciones.
—Hacer amigos,
desear aprender a la vez que pasarlo bien y aceptar que unas cosas te gustarán
más que otras, que unas tareas serán más fáciles y otras más difíciles para ti.
No importa lo que te pase: tú eres el que decide cómo quieres sentirte.
Sin pensarlo dos
veces, Andrés le preguntó al hada con cara sonriente:
— ¿Quieres venir
conmigo a la ciudad? Yo te llevaría en mi mochila al colegio y tú cantarías
para mí. ¿Qué te parece la idea?
—El hada estiró sus
preciosas alas y abrió mucho sus diminutos ojos, poniéndose de puntillas sobre
la palma de la mano de Andrés, y contestó:
— ¡Me encantaría
conocer la ciudad! Siempre he cantado de río en río, pero tengo que
preguntárselo al hada Organizada. Ella es la responsable de que se lleven a
cabo todas las tareas, porque el río no debe dejar de cantar, ¿no crees?
—Claro que no, pero
puedes pedir que se encargue otra hada, ¿verdad?
El hada Organizada
dio permiso al hada Cantarina para ir a la ciudad con Andrés y en su lugar puso
a otra hada que estaba deseando cantar en el río.
Andrés va contento
al nuevo colegio. Nadie sabe que lleva un hada en su mochila y, a veces, sus
compañeros escuchan una suave música, pero no saben que es Cantarina, que, con
sus canciones, recuerda a Andrés lo que le dijo un día en el río.
Begoña Ibarrola
Cuentos para sentir. Educar las emociones
Cuentos para sentir. Educar las emociones